La absurda contemporaneidad (Parte 1)
Sísifo, condenado por los dioses a subir una roca a lo alto de una cumbre, baja y asciende en un desgraciado Ewige Wiederkunft una y otra vez por toda la eternidad. Un trágico destino, una infausta imposición, agravada por la consciencia de si mismo.
Camus obliga a preguntarse (cual Mercurio a Sísifo) si nuestra vida no es también igual de absurda. Los arquetipos del mundo moderno de Camus (de nuestro mundo y de todo mundo pasado) los representa a través de Don Juan, del actor y del conquistador. La vida del seductor es absurda, solo que el placer le hace inconsciente, como a Sísifo el esfuerzo de subir la cuesta. Por otra parte el papel del actor, interprete de vidas efímeras con las que los espectadores se sienten identificados es sinónimo a su vez de su propia desgracia y de la del hombre. El actor interpreta en poco tiempo el absurdo que al resto lleva una vida entera. Por último (pero no menos absurdo) encontramos al conquistador, aquel guerrero que usa la acción como Don Juan el Placer. La acción no necesita de contemplación, no se precisa de consciencia a la hora de luchar, pero esa vida es tan trágica como todas, pues él sabe que nada es eterno, ni siquiera la victoria misma, al igual que Don Juan comprende que ningún amor dura para siempre y que el actor advierte que su función tendrá un final.
Posteriormente Camus habla de las creaciones humanas, de la filosofía, la novela y del arte en general. Para Albert el arte es una creación absurda que recuerda la insensatez del mundo que habitamos, si tan solo el mundo fuese claro no necesitaríamos de ella, cita a Nietzsche y exclama "El arte y nada más que el arte. Tenemos el arte para no morir de la verdad."
Pero el arte también nos vuelve inconscientes, como la belleza de la mujer a Don Juan, nos arrebata la verdad (o nos la oculta) para obligarnos a seguir viviendo el sinsentido.
Finaliza el Francés “El mito de Sísifo” enalteciendo a este griego como el Héroe de lo absurdo que tiene el poder del desprecio y explica que este desprecio le da la posibilidad a Sísifo de ser feliz. De bajar alegre y velozmente la montaña, riéndose de su tarea, de su vida, de los dioses y del mundo. En ese momento Sísifo es consciente y a pesar de su absurda existencia, desprecia toda tragedia con estoica alegría.
T. Nagel leyó este mito de Camus y se dedicó a profundizar más en el problema del absurdo con el enfoqué particular que caracteriza a este egresado de la New York University.
Nagel empieza atacando los argumentos populares que tildan a la vida humana (y a la vida en general) de absurda. Demuestra mediante un juego lógico que dichos argumentos carecen de relevancia y que lo que realmente nos angustia es el espacio y el tiempo. Continua agregando que el absurdo se da en la vida cotidiana cuando se encuentra una discrepancia, nombra por ejemplo a un ladrón que se le asigna la dirección de una empresa filantrópica. Partiendo de que el hombre es un ser que se plantea y responde preguntas, podríamos afirmar que un hombre que no lo haga llevaría una vida absurda, pues no podría otorgarle significado a las exigencias mismas de la vida, pero para Camus esta desgracia cae también sobre quienes dudan e intentas responder sus dudas. Nagel y Camus parecen estar de acuerdo en que no haya un mundo en el que podamos estar, en el que no hayan dudas que no podrán ser resueltas.
Nagel termina concluyendo su ensayo con asombrosa genialidad y concordando de nuevo con la visión de Camus expuesta en el Mito de Sísifo. “Si en la vida nada importa, tampoco eso importa” Además hay dudas que nunca podrán ser resueltas, por lo tanto la vida absurda no debe ser angustiante, sino todo lo contrario, despreocupada e irónica.
De este modo solo quedan dos remedios, seguir angustiado por cambiar lo incambiable, o reír del destino y de nuestra vida misma como si fuésemos otro Sísifo alegre que baja a carcajadas la ladera para volver a subir la roca a lo alto de la cumbre.