Familia
01/12/2021 Rosenheim - Bayern
Siempre he hecho montañismo con el equipo de mi padre y de su difunto hermano. Un equipo de 50 años en perfecto estado que todavía tiene muchos años más de vida útil.
Hoy, en las montañas alpinas me he podido comprar mi primer equipo de escalada deportiva.
El año pasado me propuse vivir de la aventura. Hoy compro el equipo porque lo necesito para mi nuevo trabajo.
Sin darme cuenta, he alcanzado mi meta, y justo ahora que escribo estas líneas, me percato de aquello.
Ha sido un buen año, pero pronto llegará el momento de hablar de esto y resumirlo en un video de Desorientados Adventure con unas sentidas palabras.
La Aventura no es un trabajo, la aventura es la vida misma, que al saberla vivir te regala absolutamente todo (dinero incluído)
Cuando estaba en la universidad sentía el llamado de la aventura, ahora que vivo la aventura siento el llamado de la academia. Pero me doy cuenta que, la verdadera escuela de la vida está aquí fuera, y que a la filosofía no se le encontrará jamás entre las paredes de una biblioteca o de la universidad.
Boeccio describía a la filosofía como una bella mujer con mirada madura. Este Romano tuvo la oportunidad de hablar con ella mientras estaba en prisión esperando la muerte. La vió a los ojos y conversó con ella. La Filosofía con la sabiduría de una madre y el tacto de una amante supo consolar los dolores de Boeccio, y este con suma alegría y con el corazón tranquilo se aproximó a su verdugo.
Aunque él no lo haya podido escribir estoy seguro que la Filosofía y otros dioses lo estaban acompañando en el momento de su muerte. Y estoy seguro de esto porque yo también los he podido ver a los ojos y conversar con ellos.
En una trinchera en el bosque a las 2 de la mañana he podido ver a Ares dios de la guerra, también me ha acompañado su hermana Atenea cuando he corrido solo por la alta montaña con el equipo en los hombros. He visto a la Filosofía en innumerables ocasiones y esta me ha consolado arriba en el glaciar cuando he tenido que saltar una grieta sin tener cordada alguna que me pudiese rescatar.
A esa bella diosa que es la Muerte la veo a menudo y me encanta apreciarla, ella no me habla pero me sonríe coquetamente, su sonrisa me dice que me ama, pero que todavía no puedo acostarme con ella, yo sonrío y contemplo el suelo, colgado a mil metros de altura planeando con mi paracaídas.
Dejo de escribir por un momento y vuelvo a ver el nuevo equipo. Este equipo es sagrado (me digo), no porque lo haya hecho el hombre, sino porque nosotros lo hemos forjado con el fuego de los dioses.
Miro al frente y visualizo mi destino, veo a través del circulo eterno del tiempo, allí está mi arquetipo, veo el rostro de la Muerte pero su cara cambia, parece tener ahora los ojos de la Filosofía pero en realidad tiene la mirada de Ares. Me hierve la sangre de alegría, sonrió y suelto una carcajada.
Con este nuevo equipo, una nueva aventura comienza.